martes, 26 de febrero de 2013

Comprender el juego, desde la posición.

El juego de posición, es la mejor manera de empezar a desmenuzar este juego. Hoy nos llenamos los ojos observando encuentros donde los jugadores no interpretan esta condición. No es culpa de ellos, pues nadie les ha explicado de antemano los principios primordiales de este maravilloso juego.
Acá les dejo un resumen de un fragmento del libro “El JUEGO DE POSICIONES DEL FC BARCELONA” de Oscar Cano Moreno. Lectura obligada para cualquier amante de este juego.

EL PREAMBULO:
DISTRIBUCION EN EL ESPACIO
Ajustar las distancias de relación es el primer mandamiento.
Es un ritual cada vez que se gana la pelota o en cualquier reanudación del juego favorable. Desplazamientos que tratan de alejarse del grupo de opositores, mejorar la condiciones espacio-temporales de cada cual y así favorecer el proceso de ataque.
El arquero en el modelo es  un elemento al que entregarle el balón significa que todos vuelvan a acomodarse y actualizar así la estructura transfigurada en el intento de recobrar la posesión. De este modo, son innumerables los ataques que parten de los pies del guardameta. Los centrales bien separados al borde del área grande, los laterales bien profundos, tratando de ganar la espalda a su par, cuanto menos, conseguir fijarlo. Los interiores situados a distinto nivel, respetando los mismos objetivos que los laterales; extremos bien abiertos y adelantado, atrayendo la atención y la presencia de su oponente directo, y el delantero agrupando a ambos centrales oponentes.
Resumiendo, la posición de cada jugador, el dónde y cómo situarse, ordena una estructura desde la cual todo el funcionamiento posterior es condicionado positivamente. Este es un hecho irrefutable. No obstante, es evidente que el ubicarse de una forma concreta no garantiza un fútbol sencillo, que tenga continuidad. Esto únicamente ayuda. Siempre será más importante quién es el que ocupa cada espacio. La propuesta la hacen buena quienes la llevan a cabo.



OCACIONANDO SUPERIORIDAD DESDE EL PORTERO.
La educación para el juego de los guardametas es distinta a la del resto. Ciertamente, vemos como el portero cada vez participa más en la construcción del juego. La evolución es clara desde que la normativa le impide recoger el balón con las manos en caso de recibir el envió de un compañero. Debe utilizar los pies y, por lo tanto, debe aprender a resolver con precisión con ellos. Este hecho se sublima ya que, el portero, no solo debe solventar problemas, sino que debe aprender a generárselos a los competidores. Entre sus competencias está la de elegir al jugador al que le pasa el balón en función de donde están los distintos defensores y cuáles son sus movimientos de acoso posible. Acertar en el inicio, tomando decisiones más o menos complejas en función de las circunstancias vigentes, y que tiene que ver con el funcionamiento de los que intentan recuperar el balón, es el empeño repetido. Si se organizan para neutralizar el pase sobre los centrales, si son uno, dos, o tres los que abanderan dicha presión; si son acompañados por el resto; si el bloque se divide; si presenta asimetría, esto quiere decir, si de un lado hay mayor profundidad defensiva que el opuesto porque alguien se adelanta; son algunas de las variables que debe examinar el arquero desde su arco. Ya no basta con alejar el supuesto peligro de las inmediaciones del área propia, no es suficiente con que se encuentre un destinatario cualquiera, sino que se deben estimar las posibilidades de seguir creando superioridades que tiene aquel compañero al que le paso la pelota.
Una parte importante del éxito de estas acciones es conseguir que el rival se vaya desorganizando de manera que nos permita decidir con aciertos, que le incitemos a realizar lo que no es favorable. Para ello, es importante elegir correctamente los momentos del pase; movilizar a los que viene a oponerse a los cercanos, hasta unirlos, para que los caminos queden despejados; utilizar trayectorias convenientes cuando precisemos buscar a los más alejados, evitando que el balón quede expuesto a la disputa; fintar antes de pasar, o quedar siempre bien perfilado para una visión más panorámica. La interacción eficiente respecto al resto del equipo depende de no ignorar estos detalles.
Resumiendo nuestra actividad debe estimular el error se los contrincantes, inducir, a los que se preparan para frustrar nuestras intensiones, a equivocarse para que predominen nuestras constancias.

CENTRALES Y LATERALES, DONDE TODO EMPIEZA A COBRAR SENTIDO
No existe club alguno que seleccione a los centrales por su capacidad para hacer jugar, grave error. El prototipo de zaguero contemporáneo únicamente ha variado respecto a los anteriores en que disponen de una mayor velocidad para deshacer las pretensiones de delanteros cada vez mas móviles y rápidos. Todo se sigue construyendo desde el paradigma de lo condicional del físico.
La primera cualidad que debe atesorar un central es la de saber qué hacer para apropiarse del balón que lleva su compañero y, a continuación, desprender de su rival al que pretende pasarle el esférico o, cuanto menos distanciarlo. Como podemos apreciar es fundamental que el central goce buen manejo del balón.
Dice Piqué en el diario El País: “Cuando recibo el balón, trato de provocar para dar un pase beneficioso al compañero. Buscó el dos contra uno, conducir. Por ejemplo, si veo que están encima de Xavi, voy a buscar al que lo marca. Así, el rival tiene que tomar una determinación: venir por mí o quedarse con Xavi. Normalmente, viene a por mí y yo paso a Xavi el balón, que ya tiene espacio para girarse y llevar la pelota a la línea siguiente. El objetivo es que llegue en condiciones a Messi o Iniesta”.
Esa es la cuestión, saber para qué realizo  determinadas cosas, cual es su sentido. El que conduce, debe entender que se le pueden abrir numerosas alternativas de pase, en función de lo que vaya provocando o despejando su conducta.  Conducir hasta tenerlos próximos y pasar en el momento oportuno, aquel que los descarta para seguir presionando momentáneamente, serán dos de los elementos a considerar.
Del mismo modo, se puede contemplar la asistencia de un tercer jugador, el medio centro, afianza la salida por el lado opuesto, ya sea de manera directa o tras persuadir a uno de los defensores. En todos los casos mencionados los laterales cooperaran moviéndose de manera lateral, bien para abrir una ruta en profundidad, o para ser receptores en caso de que el central encuentre dificultad para realizar su maniobra.

LOS INTERIORES. LOS VERDADEROS RECITADORES DEL METODO
La jugada crece en ellos, se construye a sus ritmos, promueven, ponen a disposición del resto la cantidad exacta de tiempo, reparten los segundo, y con ello los espacios, para que nadie tenga que realizar un esfuerzo de mas para proseguir con el trayecto conjeturado.
Son los interiores. Aquellos que pronuncian el juego de posición en cada intención para que todo sea proporcionado; diseminan dicho estilo con cada proceder; aúnan la diversidad, unen lo disociado, restan confusión.
Están para que no asome el desatino, desovillar lo que pueda enredarse, acrecentar los atributos de quienes los circundan.
Su lógica con balón es diferente: demorar a veces, posponiendo inteligentemente los momentos del desequilibrio definitivo; avivar la celeridad otras, pasar de un contacto; aplazar el momento de exportación del balón, guardar la pelota un segundo mas, eludiendo tambalear el transcurso productivo de la jugada.  Cuando un equipo afianza este estilo no se desordena, pues su método no consiste en mover la pelota, sino en usar la pelota para mover al contrario, para ordenarse jugando mientras te desordena.
Una de las máximas del juego de posición tiene que ver con no invadir los espacios de otro compañero.

LOS EXTERIORES. ENTRE LA PROLIFICA QUIETUD Y EL RENTABLE MOVIMIENTO
La generalidad nos muestra como en la gran parte de los clubes, aquellos futbolistas que participan como exteriores creen tener que ser beneficiarios inmediatos y permanentes de lo que efectúan los demás. Se mueven como si el éxito dependiese de su participación directa y continuada con el balón. Es un dinamismo locomotor, de ininterrumpidos desplazamientos, pero de minúsculo valor intelectual. En este modelo se hace imprescindible la comprensión de la dualidad beneficiario/benefactor. Hay que saber cuándo moverse para sí mismo y moverse para los demás. Además, hay que entender que quedarme detenido debe significar que los demás encuentren mejores posibilidades, o que contenerse en anchura puede convertirme en futuro hombre libre. Es un cometido a desarrollar en todo puesto específico, pero que se torna capital en los extremos.
Cada futbolista es único, manifiesta comportamientos singulares, producto de las interacciones donde queda inmersa su actividad, pero hay conceptos de sistemático cumplimiento.
La salida se ve orientada hacia las zonas exteriores, rumbo a la periferia. Es esas demarcaciones, los extremos, se deben responsabilizar de que la pelota se traslade a menor velocidad para que los tiempos se prolonguen y todo quede regulado.
Sin embargo, los de de  fuera, son precisamente, los que menos tiempo se toman en ejecutar las decisiones, y, con ello, los que impiden que los demás encuentren lugares y acomodo para recomponer el juego de posición.
Por ello, y atendiendo a la necesidad de serenar ese ida y vuelta incesante que desestructura el estilo de juego, quizás, a veces sea oportuno cambiar los nombres de quienes se emplazan cerca de los bordes del terreno.

EL DELANTERO. LA TRASCENDENCIA DEL ALMA LIBERTARIA
Este modelo de juego se basa en  obtener superioridades posicionales, en inducir la aparición de cooperantes emancipados de defensores, para ir creciendo en el avance, y finalmente preparar la aparición de lo que deben concluir el proceso, sobre espacios deshabilitados o poco condensados, y en momentos inesperados, así que el delantero se convierte en el depositarios ideal para el último tramo del recorrido conspirado.
Así es el delantero, un elemento que dictamina la caducidad de las largas posesiones de su equipo con la agudeza del regate o con la sutileza del último pase.

SINTESIS CONCEPTUAL
A muchos de ustedes, la forma elegida para la exposición de algunos de los pilares vertebradores del juego de posición les habrá parecido un ejercicio de acumulación de acciones estereotipadas, calcadas, repetidas. Nos les falta razón.
Lo sustancial, para el jugador, no es memorizar las abundantes soluciones. El desafío es que comprenda que debe ser causante de ir trasladándose, y moviendo el móvil, desencadenado que los que van obteniendo el pase lo hagan beneficiados y, a ser posible, desarreglando la organización opuesta. Lo esencial es ir regularizando lo inminente y lo remoto. Lo que yo hago y lo que se hace después.
La predicción esbozada por parte del jugador no debe tener un carácter cortoplacista, sus estrategias deben abarcar lo distante, debe saber que lo que realice tendrá repercusión en lo que realicen los demás mas tarde.
La única intensión ha sido distinguir algunas de las innumerables coordinaciones dadas en el juego de posición, para que, a través de la descripción de dichas interacciones, el lector y/o jugador logre tomar un mayor contacto visual con determinados conceptos y así retenerlos sin esfuerzo.

1). Respetar aquellas distancias entre jugadores para mantener constantemente una estructura espacial que faculte al equipo a ordenar sus procesos específicos:
Una vez conseguida la posesión de la pelota, el primer paso será alejarlo enseguida de las oportunidades de acoso de los rivales. Alcanzando esto, habrá que recuperar las posiciones adecuadas para iniciar la construcción de situaciones de ataque, es decir, que nuestro equipo se propague sobre los espacios valiosos.

2). Liberar de oposición a los componentes de la primera línea:
Los centrales deben separase entre sí, desplazándose hacia atrás, sin dejar de divisar la situación del balón, para poder postularse como los iniciadores, o conseguir que otros compañeros sean los destinatarios de paso. Como partir con supremacía es muy provechoso, si fuese necesario, el medio centro se situara entre ambos centrales, alineando con ello y ante una situación de igualdad numérica, para asegurar que uno de los tres pueda quedar redimido de su par. Los laterales permanecerán por delante de los centrales, pudiéndose desplazar lateralmente para asistirlos en caso de necesidad, además de ensancharle la línea de pase al extremo y los interiores.
A veces, no existe la exigencia de que los centrales o laterales entren en contacto con la pelota. En ocasiones, los delanteros contrarios se inclinan por controlarnos en proximidad con lo que los interiores y el medio centro disfruta de una coyuntura inmejorable para administrar los designios de las interacciones.

3). Permitir la aparición de jugadores sin opositor próximo por delante de la posición de la pelota, generando que los defensores atraídos queden disgregados del resto o, al menos, orientados hacia su línea de fondo:
Para tal finalidad, utilizar las conducciones de balón, para captar la atención y la presencia de defensores y progresar, de este modo, excluyendo rivales, resulta determínate.
Se debe ir condicionando a los contrincantes a sentirse exclusivamente defensores, dividirles el juego, descomponer su organización desproporcionado sus relaciones espaciales.
Las posibilidades de consecución de este objetivo van a depender de que los que están en el césped conciban la necesidad de aparición constante del “tercer hombre” para propiciar la comunicación, momentáneamente impedida, entre dos compañeros. El que recibe de espaldas, siempre debe tener a alguien de frente.
Saber que para jugar con el cercano, en ocasiones, debo primero pasar sobre el adelantado, así como si queremos encontrar al alejado, a veces. Debemos partir del cercano. Del mismo modo, las fijaciones de defensores sobre determinadas zonas, como no poseedores (saber sujetarse sin ansia a participar con balón) deben interiorizarse como modo de desajustar las distancias entre defensores.
Ir descubriendo al libre depende también de comprenderse como beneficiario o benefactor en función de las características de la circulación del balón, de intercambiar pases entre colindantes, o retener la pelota un momento más, para persuadir a rivales y así poder relacionarse con los alejados, o considerar que la búsqueda de profundidad se hace  a través de la anchura, y la anchura por la profundidad.
Si vamos utilizando correctamente este tipo de procedimientos, simultáneamente estaremos consiguiendo otros dos objetivos:
1. Avanzar sincrónicamente al intercambio de pases intencionados:
El orden conseguido por el excelente uso de la pelota, lleva implícito el repliegue intensivo de unos contrincantes que van a desordenarse por un lado, y a pertrecharse, por otro, en los límites del área de penal. Nadie queda en el lugar que lógicamente le corresponde, todos quedan deslavazados precisamente porque el estilo de este juego les amontono y/o disperso perturbándoles las opciones de sumar dos-tres pases seguidos y así volver a reconstruirse.  
2. Condicionar espacial y temporalmente a los primeros poseedores y receptores potenciales del conjunto adversario. Frustrar su organización para atacar:
Si se malogra el encargo definitivo, el último  regate, la termínate intención, la estructura del rival estará tan desaliñada, sus jugadores tan fuera de sitio, que les resultara casi imposible trasladarse con criterio. Es por ello que nuestro equipo en ese instante tendrá que activar el pressing rápidamente toda vez que el balón deja de pertenecerle.
El método sirve como unidad moduladora. Somos conscientes que “un conjunto de grandes inteligencias individuales no tiene por que producir una gran inteligencia social, pero la irrefutable evidencia es que, en este modelo, jueguen muchos buenos conjuntamente. Y los buenos son aquellos que saben que su determinación es acertada siempre y cuando su acierto conlleve el acierto del siguiente que obtiene el obsequio del pase”. (Marina, J.A. (2011) “Las culturas fracasadas”. Anagrama. Barcelona).

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