miércoles, 15 de mayo de 2013

Tesoro de los inocentes

Vilo perdía dos a cero, lo dio vuelta con goles de Cura, Vega y Ortiz López. En el descuento una desatención le valió el empate en tres.  
Por la tercera fecha del Torneo Apertura “A”,  Vilo visitaba al conjunto de Regatas de Avellaneda. El verde y blanco salía con los siguientes once jugadores; Roldan, J. Vega, L. Vega, Viejo, Fallesen, Cura, Chivilo, Sáez, Ortiz Biondi, Irigaray y Conde.
En la charla previa Montoya mencionaba, lo valioso de tener a veinticinco chicos a  su entera  disposición para afrontar el encuentro en la situación de visitante. “Esto demuestra que estamos por el buen camino. Ya hablando del partido en sí, hacía referencia a intentar jugar con el balón al ras del suelo, simple y a dos toques. La velocidad la tiene que dar la  precisión, no la vorágine muchachos”… 

 
Al sonar el silbato, la redonda rodaba dando inicio a la primera etapa. Sin darle tiempo a su parcialidad para que se acomode en las gradas, el local se pondría en ventaja antes de los cinco minutos. Gritaba el primer gol tras una jugada proveniente de un córner. Vilo dormía en las marcas, y pagaba buscando a la caprichosa en el fondo de la red.

“Si no hay amor, que no haya nada” revela el “Indio Solari” en una canción. Vilo  se asemejaba a esto. No tenía ganas de nada, no participaba del encuentro, no ejercía presión, no intentaba progresar en lo suyo. Resultado de lo mencionado a los doce minutos, el local aumentaría la diferencia por medio de su jugador estrella. El crack, el nº 10, dejo el tendal para encarar y eludir  al guardameta Roldan. Regatas anunciaba una goleada en su casa, en menos de quince minutos ganaba 2 a 0 sin mayor esfuerzo.


 
Tartakower, lúcido ajedrecista decía;  “Los errores están todos sobre el tablero, dispuestos a ser elegidos por los protagonistas para cometerlos”.  Los intérpretes no reaccionaban. No lograban desmenuzar la tela de araña propiciada por su rival. Que no era mucha. Simplemente con buscar la concentración absoluta para ejercer la presión sobre el balón y crear ese juego natural que posee la plantilla se lograría equiparar el tablero. El reloj corría. 


A los treinta minutos, el verde y blanco arribo Avellaneda. El equipo tomo la posesión, ataco, puso más gente en campo rival, asumió riesgos, los defensores se pararon a cuarenta metros del arquero, no renunciaron a jugar, cuando tuvieron que profundizar, profundizaron. De esta manera llego Sáez al fondo para enviar el centro, pero fue asediado por un defensor rival, esto no impidió el objetivo final. “El chico de los mil pulmones”, Agustín Fallesen capturo el rebote para asistir a, Lucas Cura, quien  se elevo dentro del área para conectar un fuertísimo cabezazo, “la Bestia” descontaba. Ahora Vilo estaba a uno. Regatas ignoraba la resurrección de su oponente dedicándose a ganar a partir del juego brusco, (J. Vega salía tras recibir una pata en su rostro, no volvería a ingresar) de sacar ventaja, casi les diría al límite de la trampa, pero no voy a profundizar en eso… 


Antes de que finalizara la primera etapa, el empate estuvo en los pies de “Nacho el grande”, pero el uno local tapaba solemnemente su definición. Los primero 45 minutos finalizaban, Vilo solo había jugado los últimos 15, una picardía.


En el entretiempo presencie la mejor prédica de J.M. Montoya en lo que lleva como técnico en la primera del club. Fueron seis minutos en donde no dejo ningún detalle de lado. Expreso con hidalguía y firmeza que la actitud jamás se negocia… En lo que respecta a la parte táctica fue simple como exacto, “no hay margen de error muchachos”. En cada palabra que decía, en cada tono, inflexión, acento de voz que elevaba para dar las indicaciones producía en mi cuerpo y mente una ansiedad por jugar como hacía años no la concebía. Mis manos sudaban, mis ojos se nublaban de bronca, mis piernas se inquietaban estando parado junto a él. Quería entrar, jugar, desbordar, meter, tocar, y dar vuelta este pleito, como ellos que entraron y así lo hicieron.

Con un cambio obligado y dos por razones tácticas, Vilo salía jugar la etapa final. Ingresaban Saggio, Caneda y F. Ortiz López, salían J. Vega, Fallesen y A. Ortiz Biondi respectivamente.

 
La metamorfosis comienza. Vilo es un vendaval, Vega juega de libero cerca del círculo central por su derecha esta M. Viejo tomando marca a presión, por el sector izquierdo “El Batallador de América”  Saggio hace lo mismo. La geometría del juego se ejecuta en la mitad, con Cura, Caneda, Sáez, y “El Profe” Chivilo, unos metros más adelante. De punta juegan Nacho “El grande”, Fede Ortiz, peleándose contra los dos centrales y “El descarado carasucia”, Conde.
 
 
En diez minutos se concretan innumerables ocasiones de gol. El empate llega promediando los 20, a través de un penal que le realizan a Irigaray. Pena máxima y expulsión para el defensor de sureño.  Lucas Vega lo cambia por gol, el dos a dos está bien.


Pero estos muchachos juegan por los tres puntos, anhelan la victoria. El Profesor, no solo  conduce para atraer y ceder el balón, sino que conduce para penetrar hasta el fondo del armario rival. El juvenil Sáez lastima por su sector, Fede se eleva de manera majestuosa ante su central para ensamblar un cabezazo precioso de pique al suelo para que el arquero se luzca enviando a la caprichosa al córner.

El gol esta a la vista, el centro al área deriva en Matías Viejo quien conecta al esférico, este da en el poste. El rebote lo consigue  “El descarado carasucia”, cuando todos pensamos en el remate certero al arco, este inconsciente mete el primer “Alley- oop” del año para que Fede Ortiz conecte de taco el balón al fondo del arco. Vilo lo da vuelta, gana tres a dos cuando restan jugar menos de quince minutos.

El trámite del cotejo  no altera el rumbo, si el juego brusco. Por esto deja la cancha Franco Chivilo, ingresa “El Che”, G. Ciaramella. El local juega de contra y tienes sus canches. El crack, nº10, avisa del tormento que se avecina en dos oportunidades. La primera anticipando la floja salida de Roldan. La segunda creando individualmente desde la puerta del área grande el hueco para ejecutar su magistral pegada, por suerte el zurdazo se va a apenas afuera. Montoya realiza la ultima variante deja la cancha Irigaray e ingresa F. Ortiz.


Como el año pasado, el martirio llegaba en el descuento. Una desatención producto del agotamiento es aprovechada por Regatas alcanzando obtener la paridad. La estrella de lujo, encaja el balón al fondo del ropero. La partida termina en tablas.

La figura de la cancha fue nuevamente, “El Profe”, Franco Chivilo, con su juego asociado, penetrante, potencio a sus compañeros, tuvo un segundo tiempo brillante. Una patada lo saco del campo, pues era la única manera de frenarlo.
La charla de Juan Manuel Montoya en el entretiempo declino la conversión del equipo. Sus palabras llegaron a lo íntimo de cada pieza. Como mencione en la nota, (El invisible valioso) el buen rendimiento dependerá de la responsabilidad, humildad, disciplina y sacrificio del conjunto. La riqueza que manifiesta cada pieza cuando ejerce su labor como corresponde, es asombrosa. Se lo pudo apreciar en diferentes momentos de las tres primeras fechas. Es muy valioso el remontar el encuentro como se lo remonto. Muestra clara del amor propio que presentan estos muchachos. Dejo muecas de ingratitud el empate, pero es cierto que la inocencia, la ignorancia de la primera media hora no se puede cometer. Motivo preciso para que la balanza se incline, por eso la igualdad fue coherente. El plantel tiene que de dejar de actuar inocentemente y jugar como el tesoro que realmente es.
Bonus track:
 Les dejo un párrafo de la primera charla que tuvo Pep Guardiola en su primer día de entrenamiento en el Barca. Algo similar a lo pretendido por Juan Manuel Montoya en el entretiempo.
"Sólo os pido esto. No te voy a echar la bronca si pierdes un pase, o si fallas un despeje que nos cueste un gol, siempre y cuando sepa que estás dando el 100%. Yo podría perdonar cualquier error pero no perdonaré al que no entregue su corazón y su alma al Barcelona. No estoy pidiendo resultados, sólo rendimiento. No voy a aceptar a los que especulen sobre el rendimiento".
Párrafo extraído del  libro titulado "Pep Guardiola, otra forma de ganar", que recorre la historia de los cuatro años del mejor equipo de la historia.

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